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Vivimos en una sociedad afectada por el estrés, en multitud de sus manifestaciones. El problema es que, en ocasiones, son difíciles de distinguir o incluso de diagnosticar. Por ello, es importante prestarle atención a una serie de factores esenciales en este entorno y de técnicas que te ayudarán a ser un profesional altamente cualificado y a realizar un trabajo eficiente como psicólogo emocional. ¡Descubre los tipos de estrés!
Existen diferentes tipos de estrés, cada uno con sus propias características, síntomas, duración y enfoques de tratamiento. ¡Toma nota!
Este surge cuando la persona se enfrenta a la situación con la intención de extraer algo beneficioso. Por tanto, provoca motivación y energía, y es el que encontramos, por ejemplo, en los deportistas antes de una competición.
Es aquel que produce ansiedad ante una situación que nos consideramos incapaces de controlar. Afecta a nuestro organismo y puede provocar reacciones físicas y psicológicas.
Más habitual que ningún otro. Y es que, se origina por las exigencias a las que nos sometemos y de nuestra incapacidad para centrarnos en el presente. Puede agotar a quien lo padece y producir graves consecuencias mentales y físicas.
Aparece cuando el estrés agudo se repite de forma continuada, y entonces pasa a convertirse en estrés agudo episódico, es decir, recurrente. Las personas que lo sufren han asimilado los síntomas del estrés y no son conscientes de que esté ocurriendo nada malo.
Cuando el estrés agudo se alarga en el tiempo, sin periodos de relajación, se convierte en estrés crónico. Es un tipo de estrés que surge ante situaciones complejas y duraderas. Por supuesto, supone un desgaste físico y mental que afecta a todas las facetas de la vida y agrava los síntomas del estrés agudo.
Cualquiera de los tipos de estrés es importante controlar. Y es que, como seres humanos, hay que buscar un equilibrio entre los deberes tanto laborales como personales y la tranquilidad mental, para así poder elaborar las funciones diarias de una manera óptima.
El primer paso para manejar el estrés es reconocer la presencia del estrés en la vida de uno mismo. Es decir, reconocer tu propio estrés. Aunque todo el mundo experimenta el estrés de manera diferente, lo más común es la ira, la irritabilidad, el insomnio o sufrir dolores de cabeza o malestar estomacal.
Además, tras este paso, hay que identificar las situaciones que pueden provocarle estrés. Estas situaciones se conocen como tensionantes, que pueden ser la familia, la escuela, el trabajo, las relaciones, el dinero o los problemas de salud.
Por supuesto, los tipos de estrés y la salud están estrechamente relacionados.
Con el tiempo, los efectos del estrés pueden acumularse en el cerebro y en el cuerpo. La clase de estrés a largo plazo, o crónico, puede debilitar el sistema inmunológico y ponerte en riesgo de sufrir distintas enfermedades, desde simples resfriados hasta enfermedades más graves.
El estrés crea una hormona en el cuerpo llamada cortisol, que ingresa en el flujo sanguíneo. Por breves períodos, el cortisol puede ayudar a regular muchas de las funciones naturales del cuerpo, incluso el sueño, peso, presión arterial, nivel de azúcar en sangre... Sin embargo, los niveles de cortisol elevados cuando sufrimos estrés a largo plazo pueden generar inflamación y un recuento más bajo de glóbulos blancos. Dos problemas que pueden debilitar el sistema inmunológico.
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